16 abr 2013

¿Hacia atrás ni para coger impulso?

Ojalá fuera tan fácil. Cada día que pasa en nuestra vida, es una batalla nueva que tenemos que librar. Normalmente salimos victoriosos. Una batalla diaria es algo común. Sin embargo, librar 80 batallas cada día se hace difícil, simplemente con una estás ya cansado al finalizar el día. ¿Y con 80? Llegas a un punto en el que terminas exhausto. Sinceramente, esta es una batalla que ni he ganado, ni he perdido. Es una batalla que simplemente no he querido librar. Ahora dime, ¿cómo te sentirías tú tras librar todas esas batallas en un día? Es imposible acabar el día tal cual, es imposible que te mantengas en pie de la misma manera y tu concentración sea indomable. Quieras o no, si esto se repite diariamente, empiezan a abandonarte las fuerzas, tanto la física como la de voluntad, te abandonan las energías, te abandonan las ganas de continuar y la fuerza espiritual para hacerlo. Pero, lo peor de todo, es que pierdes lo que todos dicen que es lo último que se debe perder: la esperanza. Sobre todo si durante el recorrido de tu camino divisas aunque sea una mínima, milimétrica, nanométrica luz en un alejadísimo túnel. Entonces, la esperanza se eleva. Pero, ¿qué ha pasado de repente? La ligera luz se ha apagado, reduciendo a la mitad tu esperanza inicial, reduciendo toda posibilidad, si había, de seguir luchando, reduciéndola hasta hacerla casi inexistente. El problema es que algunas personas que no saben de los problemas de las otras, añaden batallas sin sentido pero chocantes a sus vidas que, aunque no tengan ni idea, hacen un daño devastador. En definitiva y terminando con esto, ¿qué ganas te quedan de seguir?