12 may 2013

Amores que matan, nunca mueren

Pensando como siempre, he llegado a la conclusión de lo siguiente. De nuevo, vuelvo a pensar en la estupidez humana, ese apasionante tema que, como ya sabréis, a mi me encanta. Pensando y pensando, he llegado a la firme conclusión de que tengo la respuesta a por qué el ser humano tropieza tantas veces con la misma piedra. Somos adictos a lo que nos hace daño. Sí, ¿que cómo me he dado cuenta? Ha sido un camino arduo y difícil, pero me di cuenta de ello cuando me enamoré. Esa persona que te hace tanto daño, pero aún así sigues persistiendo, para ver si logras observar algún tipo de luz al final del largo y obscuro túnel. Al ser humano le gustan los retos y, por lo que a mi respecta, hacer el gilipollas que para mí es lo mismo en este instante. Nos atrae lo que hace daño, porque aquello que nos hace daño es aquello que no podemos tener, o que es casi inalcanzable y, por ello, nos impregnamos de una lucha continua para intentar conseguirlo. Es como un vestido precioso que no se puede tener, el deseo y la voluntad son increíbles. El simple hecho de no poder tenerlo nos llama la atención y, por ello, queremos conseguirlo a toda costa.