22 abr 2012

No es oro todo lo que reluce.

No es todo en la vida como lo parece cuando somos pequeños. Cuando todo parece fácil, y queremos ser bomberos, o cantantes, policías o princesas. Cuando la inocencia no nos permite saber cuán complicada es realmente la vida y las decisiones que hay que tomar en ella. Cuando simplemente nos reímos y pensamos en jugar. Crecemos, dejamos atrás la inocencia y las películas de Disney, dejamos de creer en Peter Pan y Campanilla. Y nos damos cuenta que la vida es tan puta que nos hace tomar decisiones que nos dolerán para siempre, que por desgracia no se puede cambiar el tiempo ni darle hacia atrás o hacia adelante. Ni tampoco tener una bola mágica para prevenir el futuro corrigiendo los errores. Que la vida es sacrificio, y siempre tendremos que sacrificar algo. Que los amigos, las parejas e incluso la familia se acaban separando por un camino distinto al tuyo y que siempre vamos a acabar tropezando tal vez no con la misma, pero tropezaremos siempre con piedras que sirvan de obstáculo en el camino. La vida no es de rosa, y nada es regalado, nada se consigue fácilmente si no luchas y das sudor, sangre y lágrimas a cambio de tu recompensa. La vida no es como todos pensamos, la vida no es tan fácil, ni tan simple, hay que vivirla al límite, pero sin pasarse. La vida es una psicología inversa en la que cuando eres pequeño deseas crecer, y cuando creces quisieras volver a ser niño.